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Foto del escritorMarco Morales, Ph.D.

Hablar debajo del agua

Es un juego para divertirse con los niños, decir palabras bajo del agua (nombres de personas, frutas, vehículos, ciudades) y tratar de adivinarlas. Cuesta entenderse, pero si pones atención a las burbujas y los sonidos distintos, puede ser que comprendas.


A veces es más difícil entenderse entre adultos con palabras… lo que entra por un oído, sale por el otro… estar frente a alguien pensando en otra cosa, viendo solo una silueta moviendo los labios…. decir muchas palabras, sin escuchar.


Fotografía: Steve A. 2016. Debajo del agua (video). YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=ctQUGgvQTQI


¡Qué delicado es cuando los esbirros quieren imponer el silencio con las armas y con el miedo! ¡Qué peligroso cuando empiezan a pensar en sacarte confesiones torturándote como en los años 80! ¡Qué atroz que te obliguen a hablar debajo del agua como en la película de Bustamante, sobre la historia del genocida!


Cuando empezaba a pensar en volver a Guatemala, por allá del 2006, conversé muchas veces con amigos viviendo en diversos países, para pedir su consejo u opinión. Jesús García en París me decía que es mejor concentrarse en ir paso firme hacia aquella meta distante; Gerry en Miami me dijo que tuviese cuidado, porque hablar del agua en Guatemala es siempre un peligro, pues toca el interés de mafias que han estado incrustadas allí desde siempre.


No callé en ese entonces, no callo ahora y ¡no pienso callar jamás!


Es un derecho que nos otorga la Constitución, que hoy en Guatemala está en franco peligro. Hay unos cerdos que se asustaron, porque en la última década y aún hoy, cientos, miles de personas “se han atrevido a hablar de más”, acerca de las familias de siempre, de los riquillos privilegiados, de las conexiones turbias entre las mafias añejas y nuevas, de la casta de vividores y aprovechados.


Intervenir las cuentas de una empresa de periodismo como El Periódico es la clara señal de la bota que quieren poner sobre el cuello de nuestros niños, para que aprendan a comer y callar y a “no comer y a callar”, también. Calladito te ves más bonito.


Estos que se han quedado callados desde la cuna, traumados por el látigo y el grito violento del padre o la madre o el profesor o el cura, allí están avergonzados cuando alguien dice la verdad… en su cobardía incrustada hasta el tuétano, van huyendo en silencio, dejando solos y expuestos a los que “no pueden callar lo que han visto y oído”. Esos sumisos, están ahora contentos, cómodos, cuchicheando que te calles, que te pasará algo malo, que es mejor ser como ellos, gusanos de tierra, rata de monte, serpiente solitaria en el desierto.


Y son muchos, están en la mesa de tu casa, en la oficina, en las redes, a donde voltees a ver. Son producto del abandono del sistema educativo, de la ignorancia de lo que sucede en el mundo, del miedo transmitido de generación en generación, y de la hipnosis moderna impuesta por lo desechable y lo masivo.


Mentes pequeñas, encerradas a gusto en sus cuatro paredes.


¿Y los que vienen detrás? ¿y lo que se ha perdido de bosque, de vida, de río, de mar?


Para seguir hablando, no puedes hacerlo con miedo, con la respiración agitada, porque te ahogas a ti mismo. Debes hacerlo con respiración profunda, tranquilo y seguro como cuando vas a decir “agua” debajo del agua, para que lo entienda un niño.


Articulo original publicado en La Hora (06/08/2022)


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