A excepción de ciertas zonas, como la Franja Transversal del Norte y la parte baja de Petén, en el resto del país se marcan dos épocas: la seca (de noviembre a abril) y la lluviosa (de mayo a octubre). No vivimos las 4 estaciones (primavera, verano, otoño e invierno), como sí se experimenta más al norte o más al sur del Ecuador; y todavía hay mucha gente que a la lluvia le llama "invierno" y a la parte más calurosa de la época seca le llama "verano".
Lo que sí está claro es que cuando cae la lluvia, no podemos ser indiferentes.
Los zenzontles cantan desde las 4 de la mañana a partir del mes de abril; es un hermoso canto, casi como un ruego, pidiendo piedad al cielo para que traiga las lluvias.
Para la biodiversidad del planeta, la lluvia es la vida. Es el recurso vital que hará crecer los retoños y reverdecer los campos.
También es la vida para mucha gente que siembra maíz y frijol para tener un poco de alimento, "infrasubsistir" en muchos casos.
La lluvia es la entrada de agua al sistema hidrológico, que provoca una serie de flujos a distintas velocidades. La velocidad rápida produce la escorrentía en las laderas y los cauces de los ríos; la velocidad media y la lenta producen la infiltración y la percolación, que provocan la recarga de los acuíferos.
Imagen creada por "Craiyon V3" con la palabra clave "lluvia"
Lo que llueve hoy llegará dentro de unos meses a los niveles freáticos subterráneos, que son tan vitales para ciudades alejadas de cuerpos de agua superficiales aprovechables.
Se lo digo de esta otra forma: sin la lluvia, olvídese de conservar su vida con normalidad, su empresa, su trabajo. ¿Se imagina realizar su vida en Guatemala sin agua? ¿Imposible, verdad? De la lluvia viene el agua que nos sustenta.
Pero basta con leer los tuits, encender la radio o la televisión para saber de colapsos y problemas en las ciudades, en algunos pueblos rurales, en las carreteras y en los caminos. Desgraciadamente, por ignorancia, se culpa a la lluvia.
Hablo de los deslaves, los derrumbes, los hundimientos, las calles inundadas, los caminos rotos, los árboles caídos, las llanuras de inundación desbordadas.
La lluvia es un detonante, un factor importante en la ecuación que determina el surgimiento o no de dichos fenómenos, pero no es lo único.
Es probable que sea atropellado por un vehículo si cruza imprudentemente la calle o se queda parado en el carril central. ¿La culpa sería suya o de los vehículos?
Cuando el ser humano construye ciudades, pueblos, caminos y carreteras, rompe el balance natural del territorio, que ha coexistido durante milenios con el balance hidrológico en las cuencas. Se rompe o se deja muy frágil el balance de energías que sostienen los suelos y el balance de velocidades de flujo hídrico.
Para evitar el colapso, la sociedad ha construido infraestructura gris, obras de ingeniería civil para proteger puntos o zonas de potencial colapso. El mundo moderno también realiza una serie de obras de infraestructura verde para recuperar áreas naturales cerca de las urbes y, con ello, contribuir a la mitigación de daños.
Pero hay ciudades, como la de Guatemala y otras de la Metrópoli, que ya colapsan con lluvias menores. Son zonas en donde ese balance natural se rompió absolutamente. ¿Y qué están haciendo las autoridades al respecto? Incrementando el caos: más cemento que impermeabiliza el suelo e incrementa la escorrentía, por ejemplo.
Se necesita mucha conciencia ciudadana, mucha decisión política y mucha inversión pública y privada para lograr que la lluvia traiga solo buenas noticias. Tal vez nuestros hijos y nietos logren lo que nosotros no hemos logrado aún.
Este artículo se publicó el día 29/05/2023 en La Hora GT: https://lahora.gt/opinion/marco-morales/2023/05/29/lo-que-viene-con-las-lluvias/
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